Don Antonio Golemba no murió. A Don Antonio lo fueron matando. El
sistema judicial, corrupto y perverso; el gobierno provincial, que le
dio la espalda y le negó ayuda real; los que aún sabiendo que pasó con
su hijo Mario no se atrevieron a hablar. A Antonio lo fueron matando. De
angustia, de dolor. Se le fue la vida haciendo lo que debió haber hecho
el Estado, la Justicia. Recorrió cada morgue, cada paso fronterizo,
cada lugar donde podía haber una pista sobre Mario. Se le fue la vida en
ello.
Por Sergio Alvez (*)
1. Antonio era bostero. Solía escuchar los partidos
de Boca por la radio, allí en la calma de su chacra en Picada Indumar,
aquel recóndito ubicado a diez kilómetros de la zona urbana de Dos de
Mayo, donde Antonio edificó su vida familiar. Aquí, desde hace varios
años era conocido como el pastor Antonio, dado su compromiso con la
iglesia del paraje, levantada humildemente con las manos de los colonos
del lugar, incluidas las de Antonio y su hijo Mario.
Antonio, bostero y futbolero, hizo una cancha en su chacra, en un claro
entre los cultivos. Un potrero donde sus hijos fueron felices. Hace años
ya nadie juega en esa canchita con arcos de palo atado y rodeada de
árboles nativos. Don Antonio camina por el potrero y recuerda: “Era
defensor, y como era alto, buen cabeceador, aunque un poco patadura.
Como yo, era bostero” cuenta Antonio. Y sonríe, como cada vez que un
recuerdo de su hijo irrumpe en la sombra de su ausencia e ilumina, por
momentos, el rostro abatido del padre que espera. “Pensar que cuando
nació era chiquito, pesó apenas dos kilos setecientos, ¿quién iba a
decir que terminaría midiendo un metro ochenta y cinco de grande nuestro
Marito? Dice Antonio, evocando a aquel guricito, su segundo hijo con
Irma, el flaquito al cual a los cuatro años le regaló una guitarra de
juguete que despertaría su pasión futura por el instrumento, aquel
polaquito con el cual hacían un programa radial juntos, ese hijo bueno
que a sol y sombra le ayudaba con las cosas de la chacra, ése muchacho
que cargaba con él en la camioneta la yerba que juntos cosechaban, aquel
que un día mirándole a los ojos le dijo “papá, quiero ir a la
universidad”.
Don Antonio Golemba, lamenta “no poder haberle enviado a la facultad.
Cuando terminó la secundaria, me dijo, papá, dame una bolsa de porotos
por mes y un poco de grasa, poco dinero para alquilar una pieza y listo,
quiero estudiar Historia. Él era apasionado de la Historia. Una vez, ya
después que él desapareció, una compañera suya de la secundaria me
contó una anécdota. Resulta ser que un profesor había preguntado dónde
se había hecho el primer trasplante de corazón. Todos quedaron callados,
hasta que una mano se levantó en el fondo, era Mario Golemba. Dijo: el
primer trasplante de corazón en la historia se hizo en 1967, en
Sudáfrica, el cirujano fue Christian Barnard. Todos quedaron
sorprendidos, pero a mi no me sorprende porque Mario tenía una gran
curiosidad y todo lo que leía se fijaba en su mente con exactitud. Pero
cuando terminó la secundaria, estábamos en 1998, la época menemista, esa
maldición, recuerdo que juntábamos toda la cosecha de tung y nos
alcanzaba apenas para pagar unas boletas, porque con el uno a uno los
productos de los colonos no valían nada, no podía mandar a mi hijo a
estudiar y esa es una espina que siempre me va a quedar”.
Un día, Mario se acercó a su padre, y le confesó que quería casarse con
su novia de entonces. Corría el año 2007. Toda la familia, en dicha, se
puso a disposición para que aquel casamiento fuera realidad y que no
faltase nada. Todo estaba listo. Hasta los souvenirs. Mario soñaba con
tener su propia familia, su propio hogar, al amparo de un amor. Todo
eso, se truncó para siempre el 27 de marzo de 2008, cuando don Antonio,
ni bien clareaba, lo vio salir de la casa por última vez.
2.Hay tristeza en la mirada de Antonio. Y dolor en
su corazón. Mario se fue y no regresa. Salió hace 20 días para ir al
consultorio de una nutricionista en Oberá, y no se supo más de él. Ya
hicieron la denuncia y fueron a los medios. Pero Mario no aparece.
¿Dónde está? En su angustia, Antonio reza, mantiene la fe y sabe que
tiene que estar fuerte para evitar que alrededor, los suyos se
derrumben. No es sencillo, pero tendrá fuerzas para luchar. En pocos
meses, Antonio recorre morgues, pasos fronterizos, viaja de aquí para
allá, conversa con todo tipo de gentes, anota pistas, investiga, pide
ayuda, entrega sus días y sus noches a la búsqueda. Se va el año 2008.
Es la Navidad más dolorosa y silenciosa que Picada Indumar recuerde.
Falta Mario. Hay un lugar vacío en la mesa de fin de año. No hay nada
que celebrar.
3.Llega 2009 y aparece al fin, después de tanto
pescado podrido, de tantas pistas falsas, de tan confusa actuación
policial, de tan extraño comportamiento del gobierno, un dato tan
certero como punzante. Dos testigos que se encuentran detenidos en la
Unidad Penitenciaria de Oberá, juran haber visto a Mario Golemba en la
Comisaría de Dos de Mayo, la mismísima noche del 27 de marzo de 2008.
Dicen que estaba esposado y estaba siendo golpeado. Antonio se
entrevista de inmediato y por separado con ambos testigos. Los
testimonios coinciden y le parecen coherentes. “Ambos me cuentan que
Mario decía algo que era muy propio de él, que decía “yo nunca hice nada
a nadie”, y eso era algo que él siempre repetía como un latiguillo.
Todo lo que dicen estos hombres me parece muy serio, creo que están
diciendo la verdad” dice Antonio a los medios.
La denuncia de Antonio no cae bien en el gobierno provincial. La mera
idea de tener a la Policía Provincial involucrada en la desaparición de
un joven trabajador, parece incomodar de más al entonces gobernador de
la provincia, el empresario Maurice Closs, pero especialmente al
entonces ministro de gobierno y responsable político de la fuerza de
seguridad, Jorge Franco, quien de inmediato y sin dar explicaciones a
nadie, ordena el traslado del comisario de la comisaría de Dos de Mayo
–Ewaldo Katz- y todos los efectivos que en la noche del 27 de marzo de
2008 estuvieron presentes en esa dependencia. Franco jamás explicaría
los traslados, cortaría el diálogo con la familia Golemba y apostaría
fuertemente a la impunidad del caso. En tanto, la jueza Alba Gauchat, de
Oberá, dónde lamentablemente cayó la causa judicial, empezaba a
cantarle el arroró al expdiente, que desde entonces y hasta ahora,
duerme un sueño que avergüenza en un cajón de su despacho.
4.“Nuestra lucha no va a cesar nunca, y vamos a ir
en busca de la ayuda de Nación, vamos a llevar el caso a todos lados y
vamos a insistir para que se realice un careo entre los dos testigos que
vieron a Mario en la comisaría y los policías, vamos a seguir hasta que
se sepa que pasó con mi hijo, esto va a tener que explotar porque nos
vienen tomando el pelo ya por mucho tiempo. La tierra no se pudo haber
tragado a Mario. Si la policía no tuvo nada que ver que entonces se
demuestre lo contrario. Que se investigue, porque acá no se está
investigando nada cuando hay pistas muy claras para resolver el caso”.
Antonio tiene el tono enérgico. No le tiembla la voz. Junta fuerzas,
pese a que la lucha va afectando su estado de salud, para viajar,
organizar marchas, atender a los medios, divulgar el caso de su hijo
desaparecido. Mientras más calla la Justicia y el gobierno, más fuerte
suena la voz del padre que busca a su hijo.
5.Estamos en 2010. Para el padre de Mario el
diametral giro que tomó el caso una vez que se involucró a la
institución policial se evidenció en la actitud del ministro de gobierno
– y responsable político del accionar de la policía provincial -, Jorge
Franco. “El ministro Franco es uno de los que más nos desilusionó,
porque al principio nos garantizó que se iban a hacer todos los
esfuerzos para esclarecer el caso y que se mantendría en frecuente
contacto con nosotros para informarnos. Pero desde que se involucró a la
policía, Franco no volvió a aparecer ni a llamar nunca más. Estoy
completamente decepcionado con Franco”.
Antonio también señaló a otro funcionario que le dio la espalda en los
últimos meses, en concordancia con la actitud de todo el gobierno
provincial: el titular del Ministerio de Derechos Humanos, Edmundo Soria
Vieta. “Soria Vieta nos prometió que iría a hablar con los dos presos
que vieron a Mario en la comisaría de Dos de Mayo. Pero jamás lo hizo y
ni siquiera volvió a llamarnos. El gobierno hizo toda una cortina de
humo para los medios, pero parece que ahora ya no les interesa que se
esclarezca el caso”.
Además el padre de Mario también se refirió al gobernador Maurice Closs,
de quien sostuvo que “a Closs le pedí personalmente que disponga de 10
mil pesos para que podamos contratar un abogado, ya que no tenemos
dinero, somos de bajos recursos. Pero nunca nos escuchó. Me pregunto si
al gobernador realmente le interesa y le conviene que se sepa que pasó
con Mario”.
También hizo mención al decreto 1480, que el gobernador Closs
instrumentó a fines de brindar una recompensa de 100 mil pesos para
quienes pudieran aportar datos acerca de Mario. Pero en el artículo 7
del decreto, se excluye de esta bonificación a integrantes de las
fuerzas de seguridad. “Si hubiera verdadera voluntad la recompensa
hubiera sido para todos y no se hubiera excluido a los policías. La
verdad es que todo parece haber sido hecho para que no se resuelva el
caso”.
6. Antonio está cansado. La angustia y la
indiferencia de quienes deberían haber resuelto el caso de la
desaparición de Mario, poco a poco fue enfermándolo, debilitándolo. El
27 de marzo de 2015, al cumplirse 7 años de la desaparición de Mario,
junto a su esposa Irma llega hasta la sede de la Asociación de
Trabajadores del Estado, en Posadas, para denunciar la impunidad y
entregar un petitorio en Casa de Gobierno, acompañado por militantes de
ese gremio, y otros actores que vienen acompañando su lucha. Será su
última aparición pública.
7.Es domingo y hay silencio alrededor. Son las 7.15
de la mañana. Ya amaneció. Don Antonio, internado hace unas horas en
el hospital Madariaga de Posadas, a sus 63 años, cierra los ojos para
siempre. Trombosis dice el parte médico. Pero nosotros sabemos de qué
murió. A Don Antonio lo fueron matando. El sistema judicial, corrupto y
perverso; el gobierno provincial, que le dio la espalda y le negó ayuda
real; los que aún sabiendo que pasó con su hijo Mario no se atrevieron a
hablar. A Antonio lo fueron matando. De angustia, de dolor. Se le fue
la vida haciendo lo que debió haber hecho el Estado, la Justicia.
Recorrió cada morgue, cada paso fronterizo, cada lugar donde podía haber
una pista sobre Mario. Se le fue la vida en ello. Hasta siempre Don
Antonio. Usted fue un hombre bueno y valiente. Nosotros seguiremos
buscando Verdad y Justicia para Mario.
(*) director revista Superficie.
Foto: Sergio Alvez y Diego Bogarín.
Fuente: Revista Superficie

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